Moscas en la Miel

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Una locura: La Historia del Pequeño Libro Rojo




*Disclaimer: Los personajes y la historia siguiente, son derivados de Darling Dreaming Cecilia registrada en Safe Creative bajo el código 1007156833178. Ambas son producto de la mente ociosa de Alejandra Govea Hernández, así que sólo le pertenecen a su locura.

La Historia del Pequeño Libro Rojo
por Nico para Cecilia.
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Es de noche, hace frío y la cicatriz en el vientre de Cecilia le pica como recordatorio de que obró mal hace algunos meses. Sabe que no sólo la cicatriz se lo recuerda, ahora hay algo más en sus manos que la hace sentir culpable.

Es un regalo, el primero y único que ha recibido de parte de Nicolás Cortés.

Pasa saliva antes de abrir la primera página, en donde hay algunos dibujitos de personas vistiendo de rosa e incluso, de...

– ¿Calzones? – pregunta ella por lo bajo.

Con esa palabra sabe por dónde va la cosa, ese no es precisamente un libro de Octavio Paz así que con curiosidad, abre la primera hoja que está atiborrada de palabras escritas después de una fecha. De hace exactamente dos semanas atrás.

Pasa sus ojos para comenzar a leer lo que parece escrito por el propio Nicolás.

> Hola Peque.

El día de hoy pretendo contarte una historia, o más bien, a escribirla para que sepas que también pienso en ti de la misma manera en que tú lo haces conmigo. Y no nada más ahora sino que desde que te conozco, has ocupado un lugar en mis pensamientos de una u otra forma.

Sé que escribirlo en un pequeño librito rojo que me dio mi mamá suena un tanto gay y pretencioso pero, fue lo primero que se me ocurrió. Pude haberlo Twiteado pero sabes que eso no es lo mío y sé que tampoco es lo tuyo. Lo tuyo es algo más personal, más cercano, casi igual que un beso... ¿ves?, un tanto gay se queda corto.

Tal vez esperes que comience a contarte esta historia a partir del día en que te conocí o mejor, a partir de aquel día en que tu yo, bueno, ya sabes “nos perdimos el asco” como diría Iker, pero no. Voy a comenzar con la mejor parte de todas y probablemente al principio no te guste tanto pero tiene que ser así, ¿vale? Tienes que conocer mi versión de nuestra historia que increíblemente comienza aquí.

Entonces, aquí vamos...

Este primer capítulo lleva por nombre:

TERMINANDO CON BECKY


Si, seguramente estas poniendo cara de asco porque Becky no es de tu total agrado y mucho menos cuando ella era mi novia pero, como te dije, tengo que contarte esto para que veas la razón por la que no siento rencor alguno hacía ti luego de lo que pasó.

Todos cometemos errores, no sólo tú tuviste ganas de sexo alguna vez. Yo también las tuve y es bien sabido por toda la escuela que Rebecca Mejía fue receptora de mis deseos en su debido tiempo. Ella y yo...

A Cecilia se le hace extraño que algunas palabras estén rayoneadas, pero cuando continua leyendo sabe el porqué.

Por supuesto, no entraré en detalles para no hacerte sentir mal pero quiero ser sincero y decirte que en un principio, yo estaba loco por Becky.

En aquellos días, es decir, hace como dos años cuando acababa de entrar a la Prepa, yo era el mayor Loser de todos los tiempos. Bueno, al menos así me sentía a su lado porque Becky era fantástica, guapa y todos los demás adjetivos calificativos que le podías dar a una chica como ella. No te digo cómo ella y yo terminamos siendo novios porque simplemente no lo recuerdo, lo único que se me viene a la mente es que un día de esos ya estábamos tomados de la mano enfrente de toda la escuela. Bueno, creo que tú misma nos viste alguna vez en pleno arrumaco detrás de los salones de la escuela y ahora que lo pienso, me siento mal por eso.

Perdón.

Continuemos entonces. El punto es que yo “quería” a Becky con todas mis tripas y aunque estábamos juntos, tenía esa sensación de que yo no era lo suficientemente bueno para ella.

Gracias al cielo, no es que no fuera bueno, más bien no era de ella.

Supongo que tuve razón cuando un día, un pequeño rumor llegó sin querer a mis oídos: “Tu vieja te engañó con otro después de la Fiesta de Año Nuevo”, me dijo Iker un sábado. Lo primero que pude pensar además de que él era peor que una señora chismosa fue ¿Te cae?

No se lo dije a él, me lo dije a mí mismo.

Tenía razón, no éramos el uno para el otro. Yo era malo para ella, fue lo que pensé en lugar de odiarla por traicionera y mala leche.

Para colmo, Becky comprobó cada cosa de éste último párrafo cuando le reclamé su infidelidad: me cortó. No me rogó ni me pidió perdón como todo el mundo se hubiera esperado, al contrario, me echó en cara que yo era desconsiderado, que no la quería lo suficiente. Básicamente, que yo no la adoraba como ella se hubiera esperado. Ajá, adorada fue la palabra que utilizó y justamente como dices, se creía una especie de dios pagano.

Seguro quería que besara el suelo donde pasaba o que le cumpliera todos sus caprichos como quería.

Aunque debo decir que antes de cortar, había algunos que no me costaba tanto cumplirle, todos tenían que ver con sexo. Si, lo sé, suena asquerosamente machista pero los hombres nos movemos algunas veces sólo por sexo, sexo y más sexo. Tú sabes que incluso nuestro principio estuvo cargado de algo de eso mismo, y ¿sabes qué?, aunque al inicio me arrepentí, luego supe que era lo mejor que me había pasado.

Ya te sabes el cuento mejor que yo: tú y yo aquel día solos en mi cuarto, el ensayo sobre la vida de Dalí, el olor de tu cabello pegándome en la nariz y tu rostro. ¡Mierda!, aún recuerdo a la perfección tu rostro cuando me dijiste que yo era buen hombre. Si, ¡cómo no! un buen hombre que aún no quitaba de su espejo la foto de su ex novia traicionera, cuando lo único que se le ocurría era besarte sólo a ti.

Tus ojos cafés y tu respiración medio agitada me dieron ganas de hacer lo que no había hecho con Rebecca en año y medio de relación: adorarla.

En cambio, te adoré a ti a partir de ese momento.

Cuando me acerqué para besarte al fin, algo dentro de mí me dijo que no lo hiciera, que eran mis hormonas las que me movían. No estás tú para saberlo, ni yo para contártelo pero aquel domingo que llegaste a mi casa, yo andaba desnudo por todos lados aprovechando el hecho de que no había nadie, así que eso explica mi lado salvaje de aquel día. Estaba listo para la acción incluso antes de que tú llegaras aunque no tuviera idea de que esa acción casi iba a ocurrir contigo.

Tus besos me incitaron más de lo que hubiera querido, ya sabes, a pesar de la obvia situación siempre te he considerado una niña tierna y pink, amante de la música de los Jonas Brothers, por poner un ejemplo. Pero ese día, cuando las cosas entre nosotros se pusieron más calientes, no tardé en sorprenderme, te lo puedo asegurar.

Por un momento pensé ¡Carajo, la estoy pervirtiendo! pero cuando nos desvestimos poco a poco y me tocaste tímidamente ahí mientras veías mi poster de Muse, supe que no eras tan pink que digamos y que los Jonas eran unos pendejos a tu lado. Eras morada, como los calzones que llevabas ese día y los cuales me encargué de quitarte cuando te pregunté si eras virgen.

En ese momento, Cecilia cierra el pequeño libro rojo, está realmente enojada.

– No me preguntaste si era virgen, más bien y lo digo literal, me preguntaste si era mi primera vez – dijo ella hacía la nada.

Aclarado el punto con el aire, continuó con su lectura:

Antes de continuar, quiero que sepas que este no es una especie de reclamo hacía ti. Para nada, es sólo que quiero recapitular las cosas entre nosotros.

Regreso a cuando ya estábamos desnudos, listos para tener sexo espontáneo y sin compromiso alguno. Fui un idiota al pensar eso porque sin compromiso alguno no aplicó ni en ese momento ni mucho menos después cuando te dije, espera, no recuerdo las palabras exactas pero creo que te dije que eras el cielo. Si, te dije que eras mi cielo. Fue antes de que llegara mi mamá a interrumpir todo y después de que me robara tus calzones.

Perdón otra vez por eso, pero sí me los robé o más bien, nunca te los he regresado. Ok, lo admito: soy un PERVERTIDO pero para mí son un tesoro, el triunfo de la mente sobre la materia como dice el jodido del Edward Cullen (por cierto, ¡qué tipo tan más joto! pero la verdad, tienes razón: si me parezco un poco a él).

Por cierto, sobre los calzones de una buena vez te digo: no te los regresaré y si lo hago, el día que eso pase, te aseguro que será cuando quiera olvidarme de ti.

P&L

Nico <

Cecilia no puede evitar esbozar una sonrisa al leer el penúltimo párrafo de ese improvisado capítulo. Ella aún no recibía de vuelta esos calzoncillos, así que, ¿aún tenía esperanza?

No quiere hacerse ilusiones estúpidas así que da la vuelta a la página.

Y lo primero que lee en letras grandes y mayúsculas es: CECILIA, LA SRA. ARCHUNDIA Y YO.

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