Moscas en la Miel

sábado, 8 de mayo de 2010

*º'º UNO º'º*

Música? Can take my eyes of you- Muse


Sé que debería estar aburrida.

A estas horas tendría que estar dormida o viendo alguna maratón de alguna serie policiaca mientras espero que Andy llegue por mí para ir al cine a ver aquella película del tipo que sale en The Office. Pero no, estoy en casa de Nico haciendo una reseña sobre la extraña vida de Salvador Dalí.

No todo esta tan mal, debo admitir.

La compañía es agradable, demasiado agradable.

No estoy segura si son mis hormonas o el hecho de que Dalí me parece un anciano bien conservado, pero no puedo dejar de ver a Nicolás. Me ha recibido después de levantarse muy tarde ese sábado. Mientras investiga en Wikipedia, observo que lo único que cubre su desgarbado cuerpo de 1.75 son unos jeans azules y una camiseta blanca sin mangas. Es digno de verse, incluso de tocarse y lo haría si pudiera. Con mis dedos repasaría el contorno de sus ojos, también las ojeras que se le dibujan en estos momentos. No entiendo como la idiota de…lo olvido, no quiero pensar en ella.

Con toda la confianza del mundo me recuesto en su cama sintiéndome afortunada de haber llegado tarde el día que se asignaron los equipos en el taller de Historia del Arte. Juro que sí. De lo contrario, no estaría en la habitación del inalcanzable Nicolás Cortés, la persona más genialosa del mundo.

- ¿En qué piensas?- pregunta él sin despegar los ojos de la pantalla, ahora busca en Encarta.

- En nada - sonrío.

Si, tal vez Nico no es tan popular como los chicos que salen en las películas que son capitanes del equipo de lo que sea en la escuela. Más bien, es famoso entre aquel reservado grupo de tercer año que lo conocemos por ser muy simpático, inteligente y caritativo. ¡Y como no!, había organizado él solo la maratón de los Simpson para juntar dinero y regalar comida a los pobres.

Repaso una a una sus cualidades hasta que recuerdo un pequeño detalle, uno que me molesta bastante desde hace algunas semanas: su ex.

¿Cómo he podido olvidarla? Su foto aún yace pegada al espejo del cuarto de Nico. No puedo negar que Rebecca Mejía es demasiado guapa, de hecho, me siento tentada a buscar su foto en el diccionario para comprobar que no aparece al lado de la palabra Lolita, ya saben, por la actitud seductora y la forma de hablar. Pero con todo eso, debo admitir que es buena persona, un poco hipócrita si me preguntan pero nunca se ha metido conmigo, incluso he charlado con ella en el baño de la escuela por lo que siento que no tengo nada en su contra, excepto claro sólo su relación pasada con Nico. Pero bueno, dejemos a un lado el hecho de que Nicolás sigue pensando en su novia. No quiero ponerme de mal humor.

Van a ser las siete de la tarde y no hemos terminado el trabajo. Nicolás se la ha pasado contándome chistes o preguntándome cualquier cosa de la escuela, nos ha atrasado demasiado pero cuando tienes una fijación romántica como la mía eso no te importa. Podía estar enclaustrada en su cuarto respirando el olor de su perfume por mucho tiempo, convirtiéndome encantada en uno más de sus muebles.

- No sé tú pero yo me muero de hambre. ¿Te parece si ordenamos una pizza?- me dice Nicolás bostezando - si quieres te dejo elegir los ingredientes- me toma de una mejilla y la aprieta con la misma fuerza de una abuela besucona.

El departamento de electricidad de mi cuerpo comienza a trabajar por su toque. Es ridículo lo que él me provoca, tanto así que estoy dispuesta a pedirle que se aleje de mi piel. Una loca psicótica como yo no debe ser tocada casualmente por el hombre de sus sueños. Pero así es él, su aire cálido se hace presente con todas las personas que lo conocen, es como un pequeño planeta y todos orbitamos a su alrededor. Por eso no me hago ilusiones con Nico. Sé que sólo soy saltélite más.

Pero ahora pienso un poco diferente porque sólo 10 minutos has bastado para que volviera a tocarme. Se sienta conmigo en la cama, fastidiado por el trabajo. Toma un mechón de mi cabello y se improvisa un mostacho con el mismo.

- Dime la verdad, ¿cómo luzco?- arquea una ceja y luego imita la pose de la fotografía de Dalí en el libro.

Mi cabello no es tan largo, por lo mismo su rostro se acerca a menos de 30 centímetros del mío. Aún puedo oler la esencia del jugo de arándano que ambos tomamos.

- Te ves bien- suelto el mechón de sus manos, mostrándome incómoda por la situación tan penosa en la que me encuentro.

Nicolás sonríe de nuevo levantándose rápido de la cama.

- A veces soy muy tosco - admite- es más, te acomodo tu cabello -

Él toma de nuevo el mechón colocándolo detrás de mi oreja, sonriendo cuando ve el color rojo de mis pómulos. Me siento tan estúpida por sonrojarme en aquel momento, nunca lo hago y esta situación no es la mejor para comenzar. Por alguna razón extraña, Nicolás se sienta de nuevo muy cerca de mí, lo cual me pone súper nerviosa. Seguramente el muy bastardo sabe que me siento ligeramente atraído por él desde…bueno, básicamente desde que lo conozco.

Sólo había algo que podía calmarme en aquel momento.

- Gestapo- digo rompiendo el hechizo de sus ojos.

- ¿Gestapo?-

- Cuando estés nervioso hasta la coronilla, repite una palabra de la que no tengas ni idea qué significa, a si tu cerebro pierde tiempo en buscarle sentido-

Mierda. He pensado en voz alta, muy alta y la sonrisa en el rostro de Nicolás me comprueba que efectivamente la he cagado. Creo que en este punto Nico ya se había acostumbrado a mi boca que a veces decía estupideces y otras soltaba groserías como marinero de agua salada. En algunos ratos, era peor que Jack Sparrow.

- Eres adorable Cecilia- me dice antes de levantarse nuevamente de la cama.

¡Alerta de cumplido!, ahora si debo de sonrojarme, pero ¿seré adorable como Ricitos de Oro?, ¿adorable como un bebé? Si fuera así, qué aburrido.

- Tú también lo eres- digo rápido, casi no quiero que me escuche, pero lo hace.

Nicolás se pone de cuchillas enfrente de mí tratando de asimilar mis palabras.

- ¿Piensas que soy adorable?- pregunta.

Uy. Veo venir un momento del cual me puedo arrepentir o recordar para siempre. Estoy segura.

- Bueno, sí, ya sabes. Eres buen niño- me trueno los dedos esperando que me corra de su casa pero no lo hace, simplemente sonríe un poco.

- ¿Lo ves?, por eso me caes súper bien, ves en mi lo que muchas no - me toma de la mano-
No eres como Rebecca que piensa que soy un mal hombre, porque, si sabias que por eso me dejó ¿no?-

Niego con la cabeza, yo no sé nada de nada. Eso no es la plática romántica que me esperaba exactamente después de tomarle las manos. Hablar de Rebecca era lo último que quería en ese momento, pero quiero seguir siendo "adorable" para Nico y trato de seguirle el juego de psicóloga de pacotilla y su paciente.

- No eres exactamente un mal hombre Nicolás, es más, técnicamente ni siquiera eres uno, ¿cuántos tienes?, ¿16, 17 años?-

- 18- admite.

Creo que si, casi está a punto de ser hombre según los libros de texto gratuitos.

- La edad no importa en el amor, tal vez la madurez un poco pero no me hagas caso, no tengo experiencia en ese ambito y además, no conozco su relación con profundidad - continua escuchando atento, casi como presenciando una cátedra en la Universidad Nacional–
Se ve que eres atento con ella o más bien, con las mujeres en general. No eres patán como muchos que conozco sino al contrario, eres un caballero. Además, creo que Rebecca no se puede quejar de tenerte como novio: eres el más guapo de la escuela-

Vaya, esa última se me ha escapado sin remedio.

Quisiera echar todo atrás y no haberlo dicho pero lo olvido cuando veo como Nicolás se acerca a mí. No creo que vaya de nuevo por mi cabello porque sus manos toman mi rostro delicadamente. Me mira pensativo, como si estuviera decidiendo si cortar el cable rojo o el negro para evitar que explote una bomba. No quiero ser un cable, yo quiero ser la bomba.

Sus ojos se posan en mi boca, mientras se acerca cada vez más, su aliento me pega en los labios hasta que finalmente...

¡Bam!, me besa. Algo dentro de mi se detona sin remedio. Después de todo, la bomba si hizo explosión.
Primero me da uno de prueba para ver si no me retiro, se parece demasiado a mi primer beso en el kinder. No pongo objeción alguna así que Nico continúa con otro y uno más. Él cierra los ojos mientras mueve sus labios contra los míos. Yo no hago lo mismo, sino que me mantengo con los ojos bien abiertos como una loca. ¡Wow! Nicolás me está besando y sólo por haberle dicho que también él es adorable.

¿Qué pasará si le digo que es un sueño?

¿Me besará más, o menos?

¿Se fijará más en mi y luego, nos daremos cuenta de que somos claramente el uno para el otro e irrmediablemente seremos felices para siempre?

Ni idea pero no es por nada, veía venir todo esto. Las miradas que me lanzó la primera vez que lo conocí me lo dijeron y yo, nunca les hice caso.

Luego de un rato, comienzo a besarlo también, he salido de mi estado de shock. Lo tomo del cuello para atraerlo más a mí, no me importa verme efusiva porque así me siento. Me siento genial, me siento grande y muy madura por alguna razón.

Yo soy la que doy paso a los besos franceses y lejos de representar el final de la sesión, Nicolás la continúa con mayor entusiasmo: su lengua sabor arándano recorre la mía de manera deliciosa. Esto es lo mejor de lo mejor. Me relajo un momento sin pensar en nada más. Ni la madurez, ni la película, ni Dalí me importan ahora.

Planeo disfrutar de los besos de Nicolás Cortés pase lo que pase.