Moscas en la Miel

lunes, 12 de julio de 2010

*°'°DOS°'°*

Música? Sex on Fire-Kings of Leon

La estoy cagando pero en grande.

- ¿En dónde estás?- pregunta Andy por teléfono, la pequeña se escucha claramente alterada.

No sé qué decirle exactamente, pero no estoy en la tierra, eso es seguro.

- En...mi casa. Digo, en la casa de Nico, ¿por?-

- ¿Qué carajos haces allá?, quedamos de vernos a las 7 para ir al cine-

Ya ni me acuerdo qué película. Ni siquiera sé con exactitud quién es Andy y honestamente, si sé la hora es porque ella me lo dijo. Es de esos momentos en los que no sabes cómo demonios llegaste a tal punto y repasas uno a uno los pasos que diste para estar como estas.

- Estamos haciendo un trabajo de Arte. Nos hemos demorado más de lo normal porque la Wiki no sirve- alcanzo a responderle a Andy, apenas si puedo aguantar un jadeo- Ya sabes como se las gastan los informáticos, David lo dice todo el tiempo, ¿recuerdas? Bill Gates es un...- soy interrumpida.

- Cuélgale- me dice al oído Nicolás.

Su voz me pone la piel chinita. O bueno, no sé si es sólo su voz o el hecho de que besa mi cuello con pasión lujuriosa mientras hablo por teléfono. Hace unas cosas con las pestañas que...

- Pues apúrale y mueve tu gran trasero a mi casa, tal vez alcancemos la función de las 9- ordena la extraña con la que hablo por teléfono.

-Haré todo lo posible pero no sé a qué hora vamos a acabar porque este trabajo es importantísimo Andy así que..."kjj", ¡estoy pasando por un tunel!, "kjj"- le cuelgo, lanzo el teléfono a un lado y regreso a la maravillosa tierra media de los brazos de Nicolás.

Ni idea de cómo pasó todo, simplemente en dos segundos Nicolás se había encargado de retirar tanto su pantalón como el mío. Ni tiempo me dio para detenerlo o para alegarle algo. Con decir que no sé cómo me quitó la blusa sin darme cuenta. Sé que algo va pasar porque llevamos más de una hora devorándonos a besos así sin más, solamente en ropa interior. No dejo de preguntarme en qué punto habíamos dejado a Dalí a un lado y en cuál habíamos decidido manosear nuestros cuerpos de manera tan...pecaminosa, como diría mi abuela.

Ah, si lo recuerdo: yo adorable, él adorable, todos semidesnudos.

Nicolás es maravilloso con las manos, las caricias son lo suyo. De repente me da un poco de vergüenza cuando comienzo a sentirme húmeda pero supongo que Nicolás esta igual porque siento cómo algo duro se roza contra la tela de mis bóxers rosados casi desde que comenzamos. ¡Quién diría que Nicolás tenía un gran equipo escondido debajo del soso uniforme escolar! Bueno, es que con ese uniforme todos nos vemos aburridos.

Después de mi boca, él comienza a besar mi cuello nuevamente y a lamer el lóbulo de mi oreja, lo cual me provoca que suelte muchas risitas ahogadas, sobre todo porque con sus manos masajea la parte en donde me siento todos los días. Sin duda, mi trasero esta mejor en sus manos que en la butaca del cine al lado de Andy.

Gracias a Dios que no hay nadie en su casa porque estamos a punto de comenzar con las palabras obscenas y sería una lástima decirlas en voz baja.

-¿Te gusta?- me pregunta Nicolás sin despegarse de mi cuello.

¡Uy!, es igual de sensual que el mismo Edward Cullen. Es más, si me dice lo del León y la Oveja seguro que me da una especie de orgasmo temprano.

- Estás loco- le respondo a duras penas.

Inútilmente comienzo a reaccionar y a pensar en lo que estamos haciendo. Y si, no parece lo correcto pero a ¡qui-én ra-yos le im-por-ta! El hombre que más me gusta en la vida real (mucho más que Brad Pitt y Johnny Deep juntos) se encuentra encima de mí, besándome y sudando como un atleta listo para las primeras olimpiadas eróticas 2010 con sede en medio de mis piernas.

¿Debo acabar con el momento?, me pregunto cuando la boca deliciosa de Nicolás va bajando hacia mis insipientes pechos, mientras recita las sabias palabras de Dalí. Era la frase que abría nuestro ensayo y la única que me elevaría la temperatura de ahora en adelante.

- La única diferencia entre un loco y yo...- baja tortuosamente el tirante de mi corpiño - es que el loco cree que no lo está...- descubre mi pecho, observándolo detenidamente, luego me mira a los ojos – mientras que yo, querida Cecilia, sé que lo estoy. Estoy complemente loco – finalmente comienza a besar aquella parte que nadie nunca me había visto, mucho menos besado.

Siento la desesperación de Nicolás cuando comienza a besar mi pecho desnudo y lejos de darme miedo, me gusta demasiado. Comienzo a gemir cuando en verdad no quiero hacerlo. Me da pena. ¡Sé que esta mal!, que él sigue pensando en su ex novia (una más buena y más bonita que yo, lo que significa que lo que estamos haciendo es solo para pasar el rato) pero sin embargo, aquí estoy yo sin hacer otra cosa más que retorcerme en mis propios jugos sin poder evitarlo.

De algún lugar, la palabra salvadora llega a mi mente.

- Esterno...cleidomastoideo- digo jadeando.

Bendito sea Dios por el comercial de la tele.

La burbuja se rompe y ambos paramos todo, dándonos cuenta de que se sentía bien (demasiado bien) pero que teníamos que parar, aunque fuera muy tarde. Aún así, no podemos evitar esbozar una sonrisa de complicidad y en este caso, la sonrisa fue una nueva oportunidad para comenzar de nuevo.

Nos miramos como diciendo: ¿entonces? Afirmamos con nuestras calientes cabezas, el juego de bésame aquí y luego acá se retoma en el cuarto. En ocasiones así, las hormonas son las que ganan. ¡Pobre moral! Poco a poco la temperatura de mi cuerpo comienza a elevarse, más aún cuando Nicolás pasa las manos sobre mis bóxers tratando de bajarlos un poco. Sus ojos no se despegan de los míos. Claramente me quiere preguntar algo.

No espero lo que pregunta entre jadeos.

- Es tu primera vez, ¿verdad?- suelta como un látigo.

No, no es mi primera vez. Además, ¿qué le hace pensar que lo voy a hacer con él? Olvidenlo, lo haré de todos modos, no me importa. En realidad me muero por hacerlo con Nico, ahora mismo, aunque yo no soy virgen desde hace exactamente dos semanas por culpa de mis hormonas adolescentes y el atractivo sex appeal de un dizque amigo de David dos años mayor que yo, del cual no quiero recordar su nombre. Después de aquel encuentro juré que jamás quería volver a saber del sexo o en su caso, de ciertos dedos mágicos juguetones. Las razones: no me pude sentar en dos días, ni siquiera pude hacer pis como Dios manda.

Como sea, reacciono porque Nicolás no deja de mirarme expectativo.

¿Qué le digo?, ¿que si o que no?

Después de pensar los distintos desenlaces de la historia, decido ser sincera con él.

- Si-

Bueno, eso no es precisamente sinceridad, pero si contamos que esa SI sería mi primera vez con él, entonces no es una mentira después de todo. Veo como Nicolás suspira al escuchar la palabra monosilábica. Es su sueño, el de él y de todos los hombres sobre la tierra: desvirginar a una chica. Aquello es como el premio Nobel para muchos, de seguro Nicolás se siente orgulloso y eso es obvio cuando sus labios se curvan con una sonrisa traviesa. Regresa sus manos a mi entrepierna, listo para hacer esa cosa con los dedos de las cuales yo no quería saber nada.

- No, espera. Será mejor que no comencemos así- habla de la voz de mi experiencia.

Él parece sorprenderse por mi iniciativa pero me sigue la corriente y levanta mi cadera para ayudarme a deshacerme de mi ropa interior. Mis calzocillos rosados de bordes con encaje y la palabra "picara" son lanzados a un lado de su cómoda, cayendo encima de su reloj de Homero Simpson. Me observa un momento, de seguro ya se dio cuenta de que soy muy delgada y ya no le gusté. Me quedo ahí, ansiosa, deseando saber qué es lo que piensa, con quién me estará comparando (sé por supuesto que lo hace con Rebecca).

Mi mente me dice que no piense en esas cosas, que disfrute en esta ocasión de lo que no disfruté la primera vez que estaba con otra persona que viéndolo bien ni me gustaba tanto. Ahora estoy más nerviosa que la primera vez pero no soy la única: Nicolás se retira sus bóxers con las manos temblorosas. Se ve tan lindo pero luego, al ver su desnudez, decido pasar los ojos al poster de Muse que yace colgado en la cabecera de su cama. Los penes siempre me han puesto nerviosa y Matt Bellamy lo nota cuando lo miro a los ojos evitando ver al chico que está desnudo sobre mi cuerpo. Buena suerte me dice Matt guiñándome un ojo y sólo puedo contestarle gracias mientras siento a Nico entre mis piernas.

- ¿Estás lista?- me dice haciendo que mi corazón se acelere como un loco.

¿Lista?, no lo sé. ¿Qué hago aquí?

- Creo que si-

Ok, ya recordé asi que aquí vamos.

Nicolás abre mis piernas con cuidado y eleva un poco la derecha, ¿es ese una especie de truco sexual y soy yo quien lo experimentará? Ni idea, no puedo pensar cabalmente.

Justo antes de comenzar con eso que ya todos saben, sorpresivamente él detiene su clara euforia por entrar en mi y delicadamente deposita un beso en mis labios. Es un beso tronado y húmedo por que su lengua acaricia la mia delicadamente, su saliva caliente hace que todo sea perfectamente sensual. Es el mejor beso de mi vida.

- Eres un cielo Cecilia- susurra en mis labios.

Es un momento tan tierno que hasta me dan ganas de llorar, pero no lo logro, unos ruidos extraños surgen en el jardín principal de la casa. No le tomo importancia, estoy a punto de ser desvirginada por segunda vez pero las ventanas tiemblan al cerrarse fuertemente las puertas de un auto.

Sobre mí, Nicolás se tensa mientras dice o mejor dicho, grita las palabras más desastrosas de la noche:

- ¡Mi mamá!-

- ¿Tu mamá?... ¡qué mierda!- grito haciéndolo a un lado bruscamente.

Tengo ganas de llorar aún, pero ahora de vergüenza absoluta. Nicolás me lanza el corpiño, mientras toma una manta tratando de cubrirme y con la otra hace malabares para colocarse los bóxers al revés. Después de todo con esa acción me doy cuenta de que no es un patán. Como puedo me pongo la blusa y el pantalón, al igual que Nicolás que se acomoda su cabello totalmente enmarañado gracias a mi.

- ¡Nicolás! - grita su mamá desde las escaleras.

- Má. Estamos acá arriba haciendo tarea - le contesta nervioso.

Luego, se escucha que unos pasos suben las escaleras.

¡La señora viene para el cuarto!

De nuevo conforme escucho los pasos subiendo la escalera, repaso toda aquella tarde y aún no sé cómo llegué a tal punto.

Definitivamente, debí de haber ido al cine con Andy.